La crisis espera a la vuelta de vacaciones

julio 21, 2008

A lo largo de los últimos años nos hemos ido acostumbrando a que los contratos que finalizan en junio o julio no se renueven y en lugar de ello el empresario emplaza al trabajador a volver en septiembre. Sin embargo, este año puede ser distinto. Muchos de esos hasta septiembre se convertirán en hasta nunca. Al menos así lo ha vaticinado el Avance del Mercado Laboral ­–AML– elaborado por Analistas Financieros Internacionales y la Asociación de Grandes Empresas de Trabajo Temporal.

El cinco por ciento del índice de precios al consumo y la espectacular caída que ha reflejado la demanda de productos y servicios va a provocar que las empresas no tengan más remedio que ajustar sus costes para compensar el descenso de sus ingresos, y en este contexto, el primero en pagar el pato es el empleado que ve como la negociación colectiva –que siempre juega la carta de la subida de salarios por encima de la inflación– se convierte en su peor enemigo para mantener elevadas sus opciones de contar con un puesto de trabajo.

Sin embargo, no podemos caer en el error de echar siempre la culpa al más débil de la cadena y hemos de ser conscientes que aunque hay muchos fuegos, estos no van a afectar a todos los sectores y que, por tanto, no todas las previsiones son tan oscuras.

Según Miguel Ángel Ferández Ordónez, los elevados márgenes empresariales son una explicación mucho más plausible para dar sentido a los últimos repuntes de la inflación que el incremento de los costes laborales. El gobernador del Banco de España asegura que teniendo en cuenta los datos del Instituto Nacional de Estadística del primer trimestre del año, el excedente bruto de explotación aportó 2,8 puntos al deflactor del PIB mientras que la remuneración de los asalariados añadió 1,4 puntos. Por lo tanto, los elevados beneficios de las empresas figuran como principal motivo del incremento de los precios.

Evidentemente, esta lectura no contempla el resto de los focos que han provocado que nuestra economía esté en llamas. Además de la inflación, hemos de tener presente que el origen de la crisis económica –que puede llevarnos a tasas negativas de crecimiento a final de año– se encuentra en la crisis financiera de Estados Unidos, que ha provocado falta de liquidez en las entidades financieras, la crisis inmobiliaria –ocasionada por la explosión de la burbuja gestada a lo largo de la última década-, la crisis de los alimentos y también la escalada de los precios de los combustibles. Como se han encargado de recordarnos distintos medios de comunicación, es la primera vez en la historia que confluyen circunstancias tan negativas en cuatro sectores básicos para la economía.

Precisamente por los nubarrones que se ciernen sobre el horizonte, es momento de empezar a hacer las cosas bien. Y la mejor forma de mantener el equilibrio no es reduciendo costes, sino incrementando los beneficios. Es tiempo de competitividad, de talento, de creación de valor, de saber leer el mercado y de ser mejores que nadie en nuestros procesos internos y no de mano de obra barata y mala calidad en productos y servicios.

También es momento de pensar en fórmulas de compensación que realmente premien a aquellos que aportan su granito de arena a la consecución de los objetivos fijados por la dirección y dejar de incentivar a esos empleados que raramente fallan a su trabajo pero que no aportan gran cosa al éxito.

La negociación de los mecanismos de compensación nos va a permitir ser más justos con los empleados que realmente se merecen un incremento salarial y además nos dará información sobre aquellos que no aportan nada, lo que nos permitirá intervenir para incrementar su rendimiento o incluso para ajustar las plantillas.

Ahí está el quid de la cuestión; durante los años de bonanza económica, las plantillas de muchas organizaciones han ido engordando y este incremento de plantilla no necesariamente ha ido acompañado de un desarrollo de la organización en su conjunto. Es momento de ser críticos, de reencontrarse con los objetivos y hacer un planteamiento serio que nos lleve a identificar con claridad las vías de éxito, los nuevos caminos que debe tomar la organización y plantearse que en este nuevo escenario el despido indiscriminado solo es una salida para aquellas organizaciones que no valoran el talento y serán precisamente esas empresas las primeras en notar la pesada mano de la crisis económica y posiblemente las que sufran las peores consecuencias.